Descripción del Centro Mudéjar

El Centro del Mudéjar fue inaugurado el 11 de Enero de este mismo año, convirtiéndose en el primero de toda Andalucía y albergando más de 111 piezas procedentes de los fondos del Museo Arqueológico, del Museo de Artes y Costumbres Populares y del Museo de Bellas artes de Sevilla.

La primera de las salas, de las dos de las que consta el Centro, aparece presidida por una gran vitrina central en forma de estrella de ocho puntas y con la que, desde un punto de vista museográfico, se ha pretendido simular un elemento tan recurrente en la cultura musulmana como es una fuente, en la que, gracias al sistema de iluminación aleatorio que incorpora, van emergiendo piezas representativas de las distintas corrientes artísticas de las que se alimenta el mudéjar en su sentido más amplio. De este modo, van apareciendo ante nosotros tinajas cristianas y almohades, capiteles góticos o paños de azulejos con labores de lacería y estrellería decorados con la técnica de arista. Además, en el momento en el que se apagan todas las luces de esta vitrina central, se consigue el efecto de que en el agua de esta fuente simbólica, simulada con los cristales de la vitrina, quede reflejada la fantástica cubierta de esta primera estancia.

Esta cubierta se trata de una cúpula semiesférica, en la que se puede apreciar claramente a través de las pechinas situadas en cada una de sus esquinas, cómo se conseguía pasar de una planta originariamente cuadrada a una ochavada. Una cubierta decorada con labores de lacería, utilizándose la técnica del lazo de ocho, tan característica del mudéjar andaluz. Y culminándose su decoración con cinco piñas mocárabes ubicadas en el centro de cada una de las pechinas así como en el centro de la propia cúpula.

En contraste con otros palacios de intenso sabor mudéjar, como Casa de Pilatos, en esta estancia volvemos a apreciar el punto de equilibrio que encuentra la tradición tardogótica de la que se alimenta la carpintería del techo con los rasgos plenamente renacentistas del friso de yesería.

En esta primera estancia, una de las piezas más llamativa es una pila bautismal (donación del pintor Virgilio Mattoni) del siglo XIV en barro cocido y vidriada en verde exterior e interiormente. Constituye un claro ejemplo de arte musulmán al servicio de la religión cristiana; y es que no podemos olvidar que los mudéjares fueron aquellos musulmanes a los que se les permitió permanecer viviendo en los territorios conquistados por los cristianos y a los que, en los casos en los que el proceso de rendición se llevó acabo por pactos o capitulaciones y no por la presión de las armas, se les permitió seguir practicando su lengua, religión y costumbres, pero la conversión al cristianismo acabó siendo forzosa, de ahí la importancia que para ellos podía tener un elemento como la pila bautismal. Elemento, que además dio lugar a la situación paradójica de que muchos cristianos de origen fueran bautizados en pilas elaboradas por artesanos y alfares musulmanes.

En la Reconquista, si desde un punto de vista militar, la parte vencedora fue la cristiana y la parte musulmana fue la vencida, desde un punto de vista artístico y cultural se invirtieron los roles. De tal forma, que tras la toma de Sevilla por el rey Fernando en 1248, el culto cristiano se comenzó a realizar en las mezquitas repartidas por la capital, las cuales quedaron intactas estructuralmente y simplemente se adecuaron a la religión cristiana mediante la introducción de crucifijos e imágenes religiosas.

Será en el reinado de Alfonso X cuando comienzan a construirse las iglesias de nueva planta, siguiendo el estilo gótico imperante en el norte de Castilla pero contaminado por numerosos añadidos que los alarifes que participaban en sus construcciones le fueron aportando, dando lugar a la que se conoce como arquitectura alfonsí. Este mestizaje inicial fue imponiéndose con el paso de los años, apoyado sin duda por el gusto del rey Alfonso X por el arte almohade y su declarada tolerancia con los anteriores habitantes de Sevilla y su peculiar manera de construir, utilizando el ladrillo como base. Un estilo que llegó a predominar sobre el gótico castellano y que empezó a conocerse como arte mudéjar.

Especialmente, y a partir del terremoto de 1356, comenzó a florecer en todo su esplendor la mezcla de ambos estilos, surgiendo así el llamado gótico mudéjar.

En Sevilla hay un total de 17 iglesias catalogadas como gótico mudéjares. Estas iglesias presentan unas características que se van repitiendo, sin perjuicio de las singularidades propias de cada una de ellas. Están construidas en ladrillo, con una portada principal a sus pies, desde donde se puede apreciar la estructura del templo, tres naves con la central mas alta que las laterales, así como las pendientes inclinadas de sus cubiertas, presentando de uno a tres rosetones góticos para la iluminación natural del templo.

El paralelismo entre estas iglesias queda constatado entre las portadas de la iglesia de San Marcos y la de San Esteban, que aquí tenemos fotografiada y serigrafiada respectivamente. En el interior de la vitrina aparecen expuestos un par de canes tallados y policromados, procedentes de la iglesia de San Marcos, destinados al soporte de parte de una armadura mudéjar. La zona sin desbastar quedaba incrustada en la pared y la parte visible se ornamentaba y servía de punto de apoyo de las vigas para formar cubiertas y alfarjes.

La siguiente vitrina está dedicada a la arquitectura civil mudéjar. En Sevilla, el palacio prototipo o de referencia en este tipo de arquitectura es el palacio del rey Don Pedro I, en los Reales Alcázares. Muchos palacios mudéjares de la ciudad tuvieron como referente este palacio real, y sus nobles propietarios imitaron la distribución de sus estancias en torno a un patio, así como la secuencia de espacios, patios y jardines. En el interior de la vitrina aparece expuesto un paño de azulejos decorados, siguiendo la técnica de la cuerda seca, con una compleja rueda de lazo de 12 a base de cintas blancas sobre fondo azul. La parte izquierda de este paño aparece mucho más desgastada que la parte derecha, debido a que esta última formaba parte de un zócalo de la pared, mientras que la primera formaba parte del pavimento.

En la segunda estancia se nos aparece la única obra pictórica del Centro. Se trata de una acuarela original de Joaquín Guichot del siglo XIX en la que se recoge la gran portada mudéjar del Palacio de los Marqueses de La Algaba.

En la primera vitrina de la derecha resulta especialmente interesante una reproducción de un grabado, de uno de los viajeros románticos más conocidos del siglo XIX, Richard Ford. En el que se aprecia la fisonomía exterior del palacio en esa época, en la que aún conservaba el pasadizo elevado que conectaba el palacio con la iglesia vecina, hoy en día desaparecido.

En esta misma vitrina aparece expuesto un fragmento de la yesería original del palacio y que ha servido para llevar acabo la reconstrucción de los frisos de estas salas. En estos frisos, en los que la misma imagen se repite una y otra vez, se utilizaba la técnica del molde pero el trabajo más minucioso seguía siendo tallado, mezclándose así las dos técnicas, la del molde y la del tallado.

Igualmente aparece expuesto un fragmento de almizate del siglo XV procedente del Palacio de los Condes de Gelves, que se encontraba ubicado en la actual calle Mateos Gago, y que constituye un ejemplo de carpintería de lazo de ocho andaluz o lazo occidental que formaba parte de una armadura en la que la estructura y la decoración van íntimamente unidas.

En la siguiente vitrina aparecen distintos ejemplos del trabajo de alfares mudéjares, entre los que llaman la atención un codo hidráulico o un anafe de origen medieval que estaba pensado para contener las brasas en la parte inferior y así calentar la olla que se colocaba en la parte superior. Alguna de las piezas de esta vitrina proceden de la iglesia de San Miguel. Era habitual que se utilizasen piezas de cerámica, de "loza quebrada", inservible por defectos de fabricación, para colocarlas en las bóvedas de los templos para poder aligerar su peso.

En la siguiente vitrina están expuestas dos piñas mocárabes del siglo XVI y que constituyen un claro ejemplo de la denominada "carpintería de lo blanco". Esta expresión se refiere a la carpintería de construcción de vigas perfectamente cortadas, escuadradas y alisadas (blanqueadas) para poder ser vistas desde el interior de la construcción. Se opone a la carpintería de lo prieto que sería la que se realiza con palos y rollizos irregulares y que no tiene otra pretensión que la función constructiva. La destreza técnica de los carpinteros mudéjares estaba también en su capacidad para resolver con muy pocos instrumentos complejos problemas geométricos y espaciales. Eran considerados auténticos geómetras y matemáticos, y de los que se dedicaban al mundo de la construcción los mejor remunerados.

Con las siguientes fotografías se ha pretendido plasmar la pervivencia del mudéjar, a través de lo que se conoce como estilo neomudéjar o también conocido como estilo regionalista. Un estilo que está marcado por la aplicación de las técnicas decorativas mudéjares a edificios historicistas de finales del siglo XIX y principios del XX. Muchos ejemplos de este estilo aparecen diseminados por toda la ciudad, como el Hotel Alfonso XIII, el Museo de Artes y Costumbres Populares...

En toda la vitrina central de esta segunda estancia hay expuesta una colección de tinajas del siglo XIII a XV, estampilladas e incisas, decoradas con motivos vegetales e inscripciones cúficas, con asas de aleta y originariamente vidriadas en verde o en blanco. De hecho, acercándose puede verse en algunas de ellas restos de ese vidriado que hoy en día se resiste a desaparecer.